Del Miedo al Aprendizaje
Estuve atrapada durante mucho tiempo, tal vez como tú ahora, en el paradigma imperante acerca de la salud, creí a pie juntillas, que la salud de mis hijos estaría garantizada con las visitas regulares a los pediatras, escuchar sus recomendaciones y llevarlas a cabo fielmente, desafortunadamente no fue así.
Uno de mis hijos, a los 2 años, empezó a padecer trastornos respiratorios frecuentes que lo mantenían bajo un cuidado extremo, incluso con terapias en el Hospital.
A los 5 años de mi hijo y durante unos días de descanso, decidimos oxigenarnos en las faldas del Popocatépetl.
Al tercer día de nuestra estancia ahí, y en forma totalmente inesperada… mi hijo tuvo una congestión pulmonar que le impedía respirar con normalidad.
A pesar de haber ingerido los medicamentos que -en esos casos- recomendaba el pediatra. ¿Te imaginas con tu hijo respirando con dificultad, en una cabaña en medio del bosque, sin un pediatra al lado?
Mi primera decisión fue regresar rápidamente a la ciudad para llevar a mi hijo al hospital. Sin embargo, el grupo de amigos con el que estábamos compartiendo esos días, argumentaron de todo y casi me exigieron que no regresáramos en esas condiciones a la ciudad.
Saqué valor de donde pude y permití que una pareja de amigos muy “esotéricos” aplicara todos sus conocimientos y habilidades en medicina alternativa; además, otra amiga, que hacía tiempo había abandonado la alopatía y sólo usaba herbolaria, intervino también para proveer sus sabias recomendaciones.
Pasamos la noche en vela. Mi hijo recibió los tratamientos de mis amigos.
Primero se agudizó la crisis de mi pequeño, hasta que vomitó.
Casi de inmediato, la fiebre empezó a bajar y se fue recuperando paulatinamente.
Al medio día siguiente, su comportamiento mostraba una energía creciente y el resto de los días pudo disfrutar de nuestra estancia, ya fuera de la cabaña.
Después de ese susto inolvidable, decidí empezar a probar la herbolaria con toda la familia y acudí a nuestro, hasta hoy, “médico de cabecera”, herbolario apasionado, comprometido, muy sabio y eficaz en sus diagnósticos y recomendaciones.
La salud de todos los miembros de la familia mejoró, dejamos de “visitar” el hospital, y los encuentros con el pediatra se convirtieron estrictamente en los indispensables para satisfacer necesidades escolares y deportivas.
¿Qué cambió?
Esta experiencia rompió mi paradigma sobre la alopatía y empezó mi investigación sobre las distintas alternativas para cuidar y mejorar la salud.
Efectivamente, la herbolaria logró una notable mejoría en mi hijo, ya no había crisis recurrentes, sólo algunas gripas que se iban en 1 semana o dos, aún mucho tiempo para nuestro herbolario y para mí.
Como no estaba satisfecha, mantuve mi mente como un “paracaídas”, abierta, inicié un aprendizaje básico sobre medicina tradicional mexicana; entendí cómo funciona la acupuntura, el reiki, las vacunas elaboradas a partir de la orina, la homeopatía, aprendimos a utilizar aceites concentrados, aroma terapia, entre otras cosas.